En la profundidad del mar
EL VIEJO Y EL MAR
de Ernest Hemingway
El mar es un corazón y el pescador busca en el mar de los sufrimientos su redención.
“Es un gran pez y tengo que convencerlo –pensó–. No debo permitirle jamás que se dé cuenta de su fuerza ni de lo que podría hacer si rompiera a correr. Si yo fuera él echaría ahora toda la fuerza y seguiría hasta que algo se rompiera. Pero, a Dios gracias, los peces no son tan inteligentes como los que los matamos, aunque son más nobles y más hábiles.”
"¿Qué cosa es una espuela de hueso?, se preguntó. Nosotros no las tenemos. ¿Será tan dolorosa como la espuela de un gallo de pelea en el talón de una persona? Creo que no podría soportar eso, ni la pérdida de uno de los ojos, o de los dedos, y seguir peleando como hacen los gallos de pelea. El hombre no es gran cosa junto a las grandes aves y fieras. Aún con todo lo que implica, preferiría ser esa bestia que está allá abajo en la tiniebla del mar.”
"El pez es mi amigo - dijo en voz alta -. Jamás he visto un pez así, ni he oído hablar de él. Pero tengo que matarlo. Me alegro que nosotros no tengamos que matar las estrellas. Imaginen si cada día un hombre tuviera que matar la luna. La luna se escapa. ¡Pero imagina si un hombre, cada día tuviera que tratar de matar al sol! Nacimos con suerte. No comprendo estas cosas –pensó–. Pero es bueno que no tengamos que tratar de matar el sol o la luna o las estrellas. Basta con vivir del mar y matar a nuestros verdaderos hermanos.”
“Ahora tengo la cabeza despejada –pensó–. Demasiado despejada. Estoy tan claro como las estrellas, que son mis hermanas. Con todo, debo dormir. Ellas duermen, y la luna y el sol también duermen, y hasta el océano duerme a veces, en ciertos días, cuando no hay corriente y se produce una calma chicha."
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